UN PASEO POR LIME VILLAGE.

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La emoción contenida fue dando lugar a la rienda suelta de sensaciones. Ser consciente, ese era mi objetivo, porque si una no es consciente, no vive en el presente, y estar en la nube hace que pierdas la oportunidad de palpar suelo firme.

Amanecimos en Lime Village y corriendo, con el pelo revuelto y desgreñado todavía, salí por la puerta a respirar el aire más puro que quizás jamás haya paseado por mis pulmones.

El paisaje me tenía alucinada. La vista, hasta donde se perdía en el horizonte, era un manto verde, árboles, árboles, árboles...el sonido del río, algún pájaro cantando... Todo a mi alrededor me parecía un milagro y un regalo.

Llegó Ursula y nos invitó a desayunar en casa de su madre. No tienen agua y la luz la consiguen gracias a las placas solares. El agua la proporciona el río.

Lisa me contó que se puede beber directamente del río, sin miedo alguno, porque ese río no conoce la contaminación.

La verdad, sólo tengo palabras de agradecimiento para Ursula. Nos acercó a su cultura, a los Athabascan, fue muy hospitalaria, nos enseñó cómo era su vida y cómo sobrevivían al largo invierno, nos abrió las puertas de su casa, y todo sin perder la sonrisa ni un segundo.